jueves, 28 de marzo de 2013

VII CARRERA DEL EBRO 2013

¡Habemus nuevo becario redactor!  Cada vez son más los que se animan a escribirme unas líneas y contar sus experiencias corredoras. Esta vez mandé un reportero de guerra a uno de los campos de batalla más inhóspitos de Aragón: la VII Carrera del Ebro de 30K del pasado domingo 10 de marzo. Se llama Diego, 22 años, es de Calamocha y se está empezando a aficionar en serio a esto de correr. 

Lo conozco porque coincidimos en la residencia universitaria de Zaragoza donde he vivido cuatro añitos. Por tanto, juntos hemos compartido bastantes más fiestas universitarias y borracheras que otra cosa; ya sea en bares de Zaragoza, capeas, fiestas fin de carrera, patrones universitarios, viajes de estudios, fiestas navideñas o simplemente por los pasillos residenciales. Eso sí, también corrimos juntos en 2010 el 10K de Zaragoza y hemos echado bastantes pachangas de fútbol, por añadir algo deportivo y eso...

Tengo miles de historias y fotos con Diego durante esos alocados años, pero como esto va de deporte y salud nos quedaremos con las ganas de conocerlas. Por centrar un poco el panorama, nunca ha corrido una media maratón ni nada parecido. Ha dado el salto directamente del 10K y correr a su aire por Zaragoza a una infernal prueba de 30K...con dos pelotas! Estos calamochinos son así.







He ojeado alguna vez este blog y creo que lo que se cuenta por aquí supera ampliamente mi experiencia en el mundo del running… pero la persona que me introdujo en todo esto me pidió que contara mis impresiones sobre la Ultra Trail de la Carrera del Ebro y por gratitud, no me puedo negar. Pero antes de llegar al 10 de marzo de 2013 creo que es importante contar mi historia para que todos nos metamos en materia.


Mi historia es la siguiente, cuando llegué a estudiar a Zaragoza no entendía que sentido tenía “correr por correr”. Jugaba a fútbol, era relativamente activo y me gustaba mucho el deporte, pero no veía que correr carreras tuviera alguna finalidad, un objetivo que lo hiciera atractivo.

Con el paso del tiempo y a fuerza de entrenar y hablar con gente de mi residencia empecé a sentir curiosidad sobre cómo sería todo aquello. La verdad es que me apunté a mi primera 10K en junio de 2010 porque Martín consiguió engañarme y me lo tomé como un entrenamiento más, aunque es cierto que no me había preparado una distancia así nunca antes y estaba un poco nervioso.

No me hubiera imaginado el día de antes que al llegar a la zona de salida vería tan buen ambiente, una atmósfera tan positiva… No se, la verdad es que todo aquello me pilló por sorpresa y me encantó. A partir de ahí, y poco a poco, fui haciendo más carreras y mejorando mis tiempos (el tiempo de mi primera 10K fue muy muy discreto, por así decirlo…) hasta que hace no mucho me topé con la Carrera del Ebro. Para mi era una experiencia completamente nueva, estaba acostumbrado a correr sobre asfalto y distancias que tenía muy dominadas, por lo que supe desde el comienzo que iba a ser muy duro y que iba a exigir lo máximo de mi.



Cuando me disponía a apuntarme a la carrera popular de 14K me fijé de refilón en la Ultra Trail de 30K, algo que nunca me había planteado hacer por temas obvios. No tenía la preparación necesaria ni de lejos y apreciaba demasiado mi integridad física. Pero pensé que ya era hora de plantearme un reto, que era el momento de dar un paso más y de superarme. Por lo que en un momento de lo que por aquel entonces consideré estupidez me apunté a la Ultra Trail de la Carrera del Ebro. Ya no había marcha atrás, solo podía pensar en seguir adelante y rezar por que me diera tiempo de entrenar lo suficiente y poder hacer un buen papel en la carrera. Y por fin llegó el gran día.

Había pasado una noche algo movida, en parte por los nervios y en parte porque sabía que no había llegado a la carrera con el entrenamiento necesario, pero ya no había vuelta de hoja. Me levanté pronto, desayuné, cogí la mochila y salí de casa con más dudas que otra cosa.


Llegué la zona de salida y pensé que lo que tenía que hacer era olvidarme de lo mucho que me faltaba por entrenar y centrarme en todo la tarea que tenía por delante. Minutos antes de empezar la carrera estaba en la zona de calentamiento y esa atmósfera que vi el primer día empezó a hacer su trabajo y a llenarme de la confianza que me faltaba, me dije a mi mismo que tenía que tratar de disfrutar de la carrera kilómetro a kilómetro y que si no llegaba al final no pasaba nada siempre que hubiera dado lo máximo de mi mismo.

Llegaron las 9 de la mañana y empezó mi desafío. Los primeros kilómetros fueron muy llevaderos, vas acompañado, cargado de energía y con gente a los lados animando. Cada kilómetro aproximadamente había un grupillo de militares velando por las pobres almas que hacíamos la carrera y dando ánimos a los que veían flojear. Esos pequeños gestos que durante la carrera te refuerzan y hacen que sigas adelante.


Al llegar la parte seria del recorrido, las grandes cuestas, me di cuenta realmente de lo duro que se me iba a hacer todo. Pero los kilómetros seguían pasando y yo seguía a pie del cañón, el tiempo acompañaba y los puestos de avituallamiento funcionaban perfectamente. Cada vez que miraba el tiempo que llevaba corriendo me asustaba un poco, pero al mismo tiempo me sentía bien y me animaba a seguir adelante. En el kilómetro 20 me dije a mi mismo que ya había hecho lo que había ido a hacer y que todo lo que hiciera de más iba a ser un gran logro, con todo me notaba fuerte y dispuesto a dar un poco más de guerra.

Me temo que todo cambió en el kilómetro 26, estaba al límite de mis fuerzas y notaba que cada paso era una dura prueba. En esos momentos la cabeza es una maraña de mensajes, unos te piden que pares y que des por satisfecho con lo hecho y otros que te dicen que ha llegado el momento de echar el resto y de hacer algo que no pensabas que pudieras hacer. Finalmente pudieron los últimos y con un ritmo cansino completé esos últimos kilómetros para terminar con un honroso tiempo de 2 horas y 50 minutos.



¡No podía más! Estaba físicamente fundido pero al mismo tiempo me sentía terriblemente orgulloso de mi mismo. Sabía lo mal que lo iba a pasar ese día y el siguiente, sabía que me iba a doler horrores moverme… pero también sabía que ese dolor me iba a recordar todo por lo que había pasado y que iba a lograr sacarme una sonrisilla, supongo que es ese toque sado que tiene la gente que disfruta del running.

A grandes rasgos, esa fue mi experiencia en la Carrera del Ebro. A muchos les parecerá una distancia y un tiempo discretos y a otros les parecerá una gran hazaña… Pero lo intenté, me superé y eso nadie me lo podrá quitar.

Lo que me gustaría compartir en último lugar y que no habría imaginado nunca es que, corras al nivel que corras y por estúpido que suene, es ese dolor de piernas al día siguiente y del que tanto nos quejamos lo que más orgullosos nos hace sentir. Una especie de medalla de la que presumir y que nos invita a seguir entrenando y a seguir adelante.

¿No os parece que es de locos?

2 comentarios:

  1. Querido becario Diego, estas infectado del virus corredor y, la cosa no tiene remedio, asi que a correr y a disfrutar.

    ResponderEliminar
  2. Muy buena crónica. Apetece.

    ResponderEliminar